Columna por Jorge Sanén
Desde el Congreso de Quintana Roo, hemos demostrado que la transformación no se construye con promesas, sino con hechos concretos que responden a la confianza de las y los ciudadanos. En política, como en la vida, los resultados hablan más fuerte que cualquier discurso, y no se trata de protagonismos personales, sino de un trabajo colectivo en el que cada integrante de esta legislatura aporta su talento, su disciplina y su compromiso.
Hoy quiero detenerme un momento para reconocer a todas y todos quienes hacen posible que el Congreso funcione con eficacia: al personal técnico, administrativo, parlamentario y de servicios, que día a día trabajan con profesionalismo y convicción. Su labor muchas veces queda tras bambalinas, lejos de los reflectores, pero sin ellos ninguna iniciativa sería posible, ninguna sesión saldría adelante y ningún acuerdo se transformaría en ley.
La llamada Legislatura de la Justicia Social no es un eslogan vacío. Es el reflejo de un esfuerzo conjunto para garantizar que las leyes se traduzcan en beneficios reales para la gente. Hemos avanzado en paridad, en inclusión, en perspectiva de género y en transparencia, dejando claro que el Congreso puede y debe ser un ejemplo de servicio público.
A medida que avanzamos hacia una nueva etapa, reafirmo mi convicción de que la grandeza del Congreso radica en su gente. Los diputados somos piezas visibles, pero la maquinaria entera depende de cada engranaje. Reconocer este hecho es fundamental para mantenernos humildes y enfocados en lo esencial: servir al pueblo de Quintana Roo.
No es un cierre ni una despedida. Es una pausa para agradecer y también para comprometerme a seguir trabajando con la misma energía y lealtad hacia los principios de la Cuarta Transformación. El camino continúa y las metas son claras: más justicia, más transparencia y más cercanía con la ciudadanía. Porque el verdadero poder no está en los cargos, sino en la confianza que la gente deposita en nosotros.
