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Pan de plátano, delicia horneada en tierra tabasqueña

La receta es simple, pero el proceso es un ritual.

En las comunidades del Pantano, entre el lodo dulce y las casas de madera sobre pilotes, hay una tradición que huele a plátano maduro y tierra caliente: el pan horneado bajo tierra. No es un pan industrial, ni mucho menos un postre de café. Es un pan de maíz y plátano que se hace para compartir, no para vender.

La receta es simple, pero el proceso es un ritual. Se mezcla masa de maíz con plátano muy maduro, manteca de cerdo y canela. A veces se le añade un poco de piloncillo o sal, dependiendo de quién lo prepare. La masa se coloca en hojas de plátano, se envuelve y se entierra en un horno cavado en el suelo, cubierto con brasas y más tierra. Ahí se queda por horas, como si la selva misma lo cocinara.

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En comunidades de Jonuta y Centla, este pan aparece en celebraciones familiares o cuando llega visita. No se encuentra en panaderías, y rara vez se le da valor fuera del contexto en el que nace: mujeres que aprendieron la técnica de sus abuelas, cocinando al aire libre, sin gas, sin prisa.

El aroma del pan de plátano cocido bajo tierra es único: una mezcla de fermento natural, humo suave y dulzor vegetal. Se come tibio, cortado en rebanadas gruesas, acompañado con pozol frío o café de olla. Hay quienes dicen que sabe mejor en la madrugada, cuando se saca del horno y se comparte entre risas, antes de que vuelva a llover.

Esta forma de hornear, heredada de tiempos prehispánicos, es parte de un saber que persiste en silencio. No necesita hashtags ni menús de autor: solo tierra, fuego y tiempo.

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