Momo: la hoja sagrada que sobrevive en la cocina chontal de Tabasco
El momo se recolecta en monte fresco, crece a la sombra y no se cultiva en hileras: se encuentra.

En los fogones más antiguos de Tabasco, donde todavía se cocina con leña y se habla en chontal bajo voz, sobrevive un ingrediente que rara vez se menciona fuera del Edén: el momo. Esta hoja aromática, de sabor profundo y terroso, es alma y secreto de muchos guisos tradicionales, pero también un elemento ceremonial, con un uso que va mucho más allá de lo culinario.
El momo se recolecta en monte fresco, crece a la sombra y no se cultiva en hileras: se encuentra. En pueblos como Nacajuca, Tamulté o Mazateupa, las cocineras mayores la usan para preparar tamales de pejelagarto envueltos no solo en hoja de plátano, sino también con momo, que aporta un sabor a selva húmeda, inconfundible y poco domesticado.
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En salsas espesas que acompañan pescados de río, el momo funciona como el fondo de un perfume: discreto pero indispensable. No se ve, pero se nota. La hoja tiene también un valor simbólico: en algunas comunidades se quema en rituales domésticos para limpiar espacios, alejar enfermedades o bendecir alimentos en ofrendas.

Aunque parezca increíble, muchos jóvenes tabasqueños ya no lo conocen. Su uso ha quedado relegado a cocinas rurales, a veces solo presentes en fiestas patronales o reuniones familiares donde aún se cocina con memoria. En mercados de Villahermosa es difícil encontrarlo; en restaurantes, casi imposible.
Hablar del momo es hablar de resistencia, de herencia viva que no busca volverse tendencia, sino simplemente seguir siendo parte de una cultura que cocina lento, con raíz y con respeto.