En 1929, el entonces gobernador de Tabasco, Tomás Garrido Canabal, dio un nombre que perdura hasta hoy: la Laguna de las Ilusiones. Su objetivo era convertirla en un símbolo de la ciudad, enmarcando la feria estatal que se llevaba a cabo en el Parque Tabasco, que con el tiempo también llevaría su nombre. Este cuerpo de agua, situado en el margen norte del manto lagunar, se ha convertido en una joya natural y un referente turístico de la región.
Inicialmente, la Laguna de las Ilusiones abarcaba 500 hectáreas, pero el crecimiento urbano que comenzó en la década de los 50 redujo su tamaño hasta quedar en 229.72 hectáreas. A pesar de la expansión de la ciudad, este ecosistema ha mantenido su encanto y sigue siendo un punto de referencia en la vida cotidiana de los tabasqueños.
A lo largo de los años, la laguna ha sido escenario de diversas construcciones que han enriquecido su atractivo. Se edificó un muelle como parte del balneario “El Corozo” y, en el vaso Cencali, se erigió una plataforma de madera conocida como “El Nido del Águila”, que se convirtió en un lugar icónico para los visitantes.
En 1958, a un costado del Parque Tomás Garrido, se inauguró el Parque Museo de la Venta, bajo la dirección y diseño del reconocido Carlos Pellicer Cámara. Esta obra arquitectónica y cultural inspiró una remodelación de la zona en 1986, durante el gobierno de Enrique González Pedrero, con la creación del malecón peatonal y el “Mirador de las Águilas”, una plataforma de 50 metros de altura que ofrece una vista panorámica espectacular.
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La Laguna de las Ilusiones también se ha destacado por su rica biodiversidad. En 1995, fue declarada área natural protegida por decreto oficial, lo que garantizó su conservación y el cuidado de su ecosistema. En ella habitan diversas especies de flora y fauna nativa, desde reptiles y mamíferos hasta aves y peces, creando un ambiente natural único que adorna la ciudad las 24 horas del día.
