Sin importar las inclemencias del tiempo, las condiciones y riesgos del camino, sobre todo algunos desaires por parte de la misma gente que se encuentran al paso, una familia de migrantes originarios de Venezuela, han encontrado el calor de un hogar y una nueva esperanza para encontrar mejores condiciones de vida, en territorio Tabasqueño.
Han pasado poco más de 3 meses desde que salieron de la bella República Bolivariana de Venezuela, donde las oportunidades de una vida estable está muy lejos de ser una realidad, motivo por el cual doña Jenny Terán, a sus 40 años agarró unas pocas prendas de vestir y con su familia emprendieron el viaje en busca de una mejor vida.
El camino ha sido cansado, peligroso y en ocasiones muy angustiante, al no tener idea de que van a comer o en donde van a pernoctar, sin embargo, ellos traen consigo un Ángel, que siempre hasta en los momentos más angustiantes siempre los ha bendecido y cuando están inmersos en la preocupación principalmente de la comida, siempre llega a su boca una porción de alimento.
Como migrante anhela alcanzar el sueño americano, sin embargo, desde que salieron de su país el pasado 14 de octubre, han tenido tantas experiencias y han escuchado tantas historias de vida durante su andar por llegar a la frontera americana, que preocupada por sus tres menores hijos, ha tenido que desistir de su meta.
Durante su peregrinar lograron llagar hasta la ciudad de México, donde estuvieron por espacio de casi un mes, ahí se quedaban en un campamento de migrantes instalados debajo de unos puentes, a diario salían a buscar el sustento para la comida, en ocasiones pidiendo una moneda o mejor aun cuando lograban acomodarse en algún trabajo temporal, juntan do algunos pesos con los que pretendían llegar a la frontera con Estados Unidos.
Sin embargo la experiencia que vivieron en el estado de Querétaro, cuando se desplazaban a bordo de un autobús que fue interceptado al parecer por autoridades migratorias, quienes con las amenazas de deportarlos, los despojaron de todas sus pertenencias de valor, por lo que determinaron mejor regresar al sureste de la república donde ya habían estado y fueron tratados de una manera agradable en el que se sintieron en casa.
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Poco menos de una semana llevan en la tierra del Eden del Sureste y colocándose en algunos pasos peatonales han logrado juntar algunos pesos con los que han costeados alimentos y hasta una habitación de un hotel donde pagan 200 por la noche, en lo que logran acomodarse en un empleo formal poder darle una oportunidad de mejores condiciones de vida a sus tres pequeños hijos.
