Por circunstancias de la vida, familias olvidan los lugares en donde descansan sus familiares
Con arreglo floral en mano, Miguelina Magaña García llegó al panteón de Sabina junto a sus hijos. El objetivo era visitar la tumba de su difunto esposo, David Cortés de la Cruz, fallecido hace cuatro años.
Después de recorrer por varios minutos la zona donde, recordaban, había sido sepultado el patriarca de la familia, los resultados no fueron los esperados: ¡No la encontraron!
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Miguelina comentó que, tras el sepelio, había visitado poco el lugar. Sus hijos emigraron a Michoacán poco después de la pérdida y apenas pudieron volver a tierras tabasqueñas.
Juntos decidieron acudir al cementerio para dejar flores y estar un rato en la tumba donde descansan los restos de don David, pero no fue posible. Las condiciones del suelo y las lluvias les hicieron una mala jugada: la tierra cubrió la bóveda y les fue imposible encontrarla.
El día que acudieron al panteón de Sabina, el encargado no estaba y no tuvieron a quién pedir informes. Además, no cuentan con la documentación que acredite la propiedad del lote, y por tanto, no saben exactamente en qué fila está ubicado.
Por circunstancias de la vida, familias olvidan los lugares en donde descansan sus familiares
Los hijos de Miguelina optaron por dejar el arreglo floral y una cruz improvisada, en un espacio vacío entre dos bóvedas altas. Según recuerdan, a su papá lo enterraron cerca de un gran árbol y ese sí lo encontraron, así que, por la ubicación, consideraron que debajo de ese espacio de tierra, está la bóveda de su progenitor.
Así como éste, hay otros casos, donde las familias que por circunstancias de la vida no han podido visitar a sus muertos, se encontrarán con que no hay rastros de lo que alguna vez fue una tumba.
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