
El 11 de septiembre, hace ya más de un mes, Nepal vivió uno de sus momentos políticos más convulsos de la época moderna. Los manifestantes incendiaron edificios gubernamentales, incluyendo el Parlamento y la residencia del Primer Ministro, y persiguieron por las calles a varios ministros, entre ellos el de Economía.
Nepal es un país en vías de desarrollo con un Producto Interno Bruto (PIB) per cápita inferior a los mil 500 dólares anuales (aproximadamente 30 mil pesos).
A estas marcadas carencias de oportunidades se sumaba el discurso de un Gobierno que se proclamaba austero, en consonancia con su población. Sin embargo, los hijos de los ministros y de otras personas influyentes en el Gobierno comenzaron a publicar en redes sociales imágenes de una vida llena de lujos.
No se puede perder de vista que más del 10 por ciento de los jóvenes (pertenecientes a la Generación Z) están desempleados; si se considera que el 40 por ciento de la población es joven, esto implica que más de un millón de jóvenes se encuentran sin trabajo. Al constatar los lujos con los que vivía la clase política, la situación se tornó propicia para una catástrofe.
Las inconformidades comenzaron a manifestarse en redes sociales, donde se les apodó “nepo babys”. Este escarnio no fue bien recibido por el gobierno, que decidió prohibir las redes sociales en el país, incluyendo plataformas como YouTube, X (anteriormente Twitter) y Facebook. Esta medida, lejos de apaciguar a una sociedad ya enardecida, actuó como la mecha que enciende una habitación llena de TNT.
La Generación Z, liderada por jóvenes, no dudó en salir a las calles a protestar. Y aunque el Gobierno revirtió rápidamente la prohibición de las redes sociales, el daño ya estaba hecho. Las protestas se intensificaron día con día. La violencia policial y la constante represión por parte del Estado hacia los manifestantes fueron el catalizador para que Nepal experimentara un cambio profundo. La Generación Z incendió todas las oficinas gubernamentales en Katmandú, la capital. Días después, el Primer Ministro anunció su renuncia.
Tras una semana de violencia y crisis política, con el trágico saldo de cincuenta y cinco manifestantes muertos y todos los edificios gubernamentales quemados, la Generación Z, a través de un canal de la red social Discord, nombró a una nueva Primera Ministra. Ella asume ahora la ardua tarea de reconstruir Nepal.
Ante esta crisis, Nepal se percató de dos aspectos fundamentales. El primero es que la libertad de expresión es sagrada y no solo concierne a los medios tradicionales u oficiales, sino también a la capacidad de las personas de expresar libremente sus opiniones a través de las redes sociales. Toda la censura se aplicó solo porque se estaba exigiendo, por esos mismos canales digitales, que se investigaran los actos de corrupción.
El segundo aprendizaje del que los jóvenes se dieron cuenta es del poder que tienen para cambiar el rumbo de su país, pues fueron ellos quienes organizaron las manifestaciones y confrontaron al Estado a pesar de la represión. Lo ocurrido en Nepal no solo quedará en la historia de esta nación asiática, sino que representa una lección para todo el mundo.







