Rito de Flores

Entre revelaciones y sombras…
La Luna entró en Escorpio. Es un tránsito que siempre invita al buceo emocional, a mirar lo oculto, a entrar en contacto con lo que estaba bajo la superficie, pero esta vez está potenciado por lo que nos trajo la pasada Luna llena en Libra.
Repitiéndonos con fuerza el mensaje de que lo incómodo busca verdad. Mostrándonos que las máscaras de la niña buena, la persona que se sobreadapta, que se calla y no pone límites, ya no son funcionales para esta actualización que propone la vida. Quiénes nos escondimos debajo de las máscaras somos nosotros, y esa es la relación que necesita más atención.
¿Y si en lugar de seguir sosteniéndolo todo, bajaras? Al cuerpo. Al hueso. A tu raíz. Al amor que sana, ese que no llega a acariciar tus heridas, sino el que llega a mostrártelas.
No viene a aplaudir tus máscaras, sino a invitarte a quitártelas sin miedo. No te acomoda, te transforma. Porque amar de verdad no es quedarse donde todo es fácil, es quedarse donde el alma se sacude y aun así se elige construir.
Un amor real no exige que cambies por alguien, pero te inspira a cambiar por ti mismo. No porque estés roto, sino porque entiendes que aún puedes ser mejor. Te enseña que el verdadero compromiso no es con la otra persona, sino contigo mismo en la forma en que decides amar, crecer y sanar junto a alguien.
No es un camino suave, pero es un viaje sagrado. Porque el amor que vale no es el que se da cuando todo está bien, es el que se elige cuando mirar hacia dentro duele, pero lo haces igual. Y lo haces con la firmeza de quien ha decidido amar con conciencia, con alma y con verdad.
La forma más simple de entender a un hombre es mirar a la mujer que tiene a su lado. A la que eligió, a la que conquistó y con la que convive. Lo demás es secundario. Lo que realmente importa es la mujer que lo acompaña: una mujer fuerte, decidida, cuidada. Eso dice mucho del hombre.
Es alguien que vale la pena, que se respeta a sí mismo. Seguro va a llegar lejos en la vida. Ya consiguió su mayor premio: el amor de una mujer así.
Y ahí todo tiene sentido. Su esfuerzo tiene un para qué: compartir y crecer con ella.
Una mujer inteligente dice que el hombre también lo es. Juntos pueden lograr lo que se propongan. Pueden construir algo realmente grande.
Una mujer generosa, detallista y buena es porque él también tiene eso adentro. Tal vez todavía no se note mucho, pero eligió con sabiduría. Eligió bien.
Una mujer feliz, libre, fuerte y leal es compañera de un hombre que sabe ganar. Incluso si arrancó su camino desde abajo, con errores, inseguridades y sombras.
La mujer es el reflejo. Es el trofeo, el logro, el resultado. Es la imagen del alma del hombre que la eligió.
Y cuando ves a un hombre que parece exitoso, pero está con una mujer vacía, sin esencia —como decía Ayn Rand—, su carrera está condenada. Aunque hoy tenga poder, energías y oportunidades.
Tarde o temprano lo va a perder todo, porque, en el fondo, no se respeta. No cree en su propio éxito. Eligió un juguete brillante, no un verdadero trofeo.
Una mujer amarga y mala dice que él también lo es, aunque se disfrace de buen tipo y diga cosas lindas. Eligió un espejo de su oscuridad.
Y lo más triste: una mujer apagada, vencida, grises las veo, al lado de un hombre fuerte y exitoso. Él eligió a alguien débil para dominarla. La convirtió en esclava. Y eso significa que, en el fondo, él también es esclavo. Y le tocará serlo.
Una mujer es un tesoro. Es la medida real de un hombre. Su decisión. Su espejo. Su complemento. Sin mujer no hay hombre y viceversa.
Mira bien a la mujer que está a su lado, y vas a saber exactamente quién es él y qué piensa de sí mismo.
Amar va más allá del sentimiento, es construir con confianza, respeto, compromiso, lealtad y ser el apoyo en las dificultades. El amor es un punto de partida importante, pero también se demuestra para crecer.
Madurar es entender que el amor no siempre es fácil, pero siempre vale la pena si es real. Es de valientes.
Cuando valoras a alguien, te das cuenta de que su presencia es un privilegio, no una obligación. No es dar por sentado lo que se tiene, sino apreciar cada momento, gesto y sacrificio.
Nunca vas a encontrar a la persona perfecta solamente vas a encontrar a una persona con un montón de ganas de hacerte feliz, una persona que va a perder la cabeza por ti desde el primer segundo. Una persona que se va a enamorar de cada centímetro de tu alma. Sí, de tu alma tan bonita. Una persona que va a ver magia y poesía en tus ojos terciopelo, una persona para la cual seas su mundo, una persona que promete nunca soltarte aún en los peores momentos, una persona con errores, pero también con la capacidad de mejorar, aprender y crecer contigo.
Esa es la persona indicada, no perfecta, pero la persona que está dispuesta a rifársela contigo.
A quien corresponda. A un día por el Canal y se siente como que llevas un mes…