Opinión

Tener un mentor no te hace especial, hacerle caso sí

Por Mario Elsner

Lograste bajar unos kilos.

Te miras al espejo y piensas: “Nada mal, eh?”

Vas al gym de vez en cuando, levantas un par de pesas, corres 10 minutos en la caminadora y hasta subes historias con la frase “disciplina ante todo.”

Pero luego lo piensas mejor…

¿Por qué conformarte con esto cuando podrías verte 10 años menor y competir con los adolescentes del gym?

Así que haces lo que haría cualquier persona con un ego saludable y una conexión a internet:

✔️ Te metes a redes.

✔️ Consumes contenido de fitness hasta que sientes que podrías abrir tu propio gimnasio.

✔️ Te convences de que la solución no es solo entrenar más… NO, TÚ NECESITAS UN ENTRENADOR PERSONAL.

Y no cualquiera. El mejor.

Uno que ha trabajado con atletas de élite, que sabe exactamente cómo llevarte al siguiente nivel.

Llega el gran día.

El tipo te evalúa, te diseña un plan de entrenamiento perfecto.

Te explica cada detalle.

Te manda un programa de alimentación.

Te da las herramientas para lograr tu objetivo.

Y tú…

🔹 Tomas notas.

🔹 Asientes con la cabeza.

🔹 Le agradeces su tiempo.

Y al día siguiente, haces lo que se te da la gana.

•             Ignoras su plan porque “yo ya sé cómo entrenar”.

•             Comes lo de siempre porque “una hamburguesa no mata a nadie.”

•             Vas al gimnasio cuando te da la gana porque “lo importante es escuchar a tu cuerpo.”

•             Y, por supuesto, te tomas selfies en el espejo con la frase “progreso, no perfección.”

Pero el peor error de todos…

Crees que porque estás pagando, él está obligado a aguantarte.

Hasta que un día te llama.

Y te dice algo que no esperabas escuchar:

“Mira, no quiero perder más mi tiempo contigo. No te interesa mejorar, solo quieres decir que tienes entrenador. Y yo no entreno a gente que no está dispuesta a entrenar.”

Y pum. Te manda por un tubo.

Ahora dime… ¿esperabas resultados?

Tener un mentor es igual.

Hoy en día, decir “tengo un mentor” se ha convertido en una medalla de estatus.

Algo que la gente presume en LinkedIn como si fuera un trofeo en la vitrina.

Pero aquí va la verdad incómoda:

Tener un mentor no significa nada si no tienes la actitud para ser mentoreado.

💡 Porque un mentor no está para escucharte quejarte.

💡 No está para decirte lo increíble que eres.

💡 No está para validarte.

Está para exigirte.

Para incomodarte.

Para ponerte frente a frente con tus propias excusas.

Y la mayoría comete los mismos errores que con el entrenador:

Escuchan lo que quieren oír y descartan lo que no les gusta.

Buscan confirmación en lugar de transformación.

Creen que su mentor les debe paciencia infinita solo porque les dedica tiempo.

Preguntan “¿qué debo hacer?” y luego hacen lo contrario.

Se motivan con la plática, pero no ejecutan NADA.

Y al final, no aplican nada de lo que les dicen.

Entonces… ¿qué hace alguien que realmente crece?

✔️ Escucha activamente, aunque el consejo le incomode.

✔️ Actúa en función del feedback, en lugar de buscar validación.

✔️ Respeta el tiempo del mentor y se compromete con el proceso.

✔️ Hace preguntas relevantes y no solo busca respuestas fáciles.

✔️ Tolera la crítica porque sabe que ahí está su mayor crecimiento.

✔️ Sabe que el mentor no va a correr por él, pero sí puede enseñarle a correr mejor.

Reflexión:

Tener un mentor NO es garantía de éxito.

Aplicar lo que aprendes, SÍ.

👉 No necesitas más consejos, necesitas más acción.

👉 No necesitas más libros, necesitas más ejecución.

👉 No necesitas más motivación, necesitas más disciplina.

Así que antes de buscar un mentor, hazte esta pregunta incómoda:

💡 ¿Estoy buscando a alguien que me rete o simplemente a alguien que me aguante?

Porque el crecimiento real no viene de quién te guía, sino de qué haces con la guía que recibes.

Mario, “Revolucionemos el Liderazgo”

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