Concluye desdibujada presidencia española de la Unión Europea
Sin que el Palacio de la Moncloa pudiera asumir protagonismo político sobre la dirección de Europa, la presidencia del Consejo de la Unión Europea bajo el mando de España llega a su fin (oficialmente el 31 de diciembre).
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La ceremonia de clausura corrió a cargo de la Orquesta Nacional de España, que entonó (el pasado 21 de diciembre) melodías del Renacimiento en el Auditorio Nacional de Música de Madrid en presencia de los Reyes, Felipe y Letizia.
Fue una presidencia que políticamente miró más hacia adentro que afuera. Pedro Sánchez dedicó cuatro meses y medio, del semestre que le tocó dirigir a Europa, a buscar los apoyos necesarios en el Parlamento para ser investido nuevamente como presidente del gobierno de España.
Ese fue el riesgo que el líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) asumió cuando convocó a elecciones generales el pasado mes de julio, en principio debieron celebrarse en diciembre. En el llamado al electorado había la posibilidad de que ninguno de los candidatos lograra la mayoría de votos necesarios para formar gobierno por sí mismo, escenario que terminó por hacerse realidad.
Tras meses de desgastantes negociaciones, el presidente en funciones logró renovar su mandato con un polémico acuerdo con el partido independentista catalán Junts per Catalunya. Fue la única fórmula posible para evitar que el Partido Popular se hiciera de las llaves del gobierno en mancuerna con la extrema derecha, Vox.
“La situación interna no fue la ideal para conducir la presidencia”, dice Anna Ayuso, investigadora del Centro de las Relaciones Internacionales de Barcelona, destacando que la incertidumbre en la cúpula de gobierno terminó afectando.
Ignacio Molina, analista del Instituto Real Elcano, asegura que España se lleva las palmas en gestión y definición de agenda, pero reprueba en política.
“Dependiendo del enfoque son las notas”, sostuvo el investigador en un foro celebrado por el think tank especializado en temas comunitarios European Policy Centre (EPC) para hacer un balance de la presidencia española.
“Bueno en la gestión, en ejecución de la orden del día y en la búsqueda de compromisos entre el Parlamento y el Consejo. Como representante de los Estados miembros, y de España, fue una decepción”, aseguró.
También perdió la oportunidad de proyectar liderazgo español en Europa frente a la audiencia doméstica.
En política exterior, Ayuso resalta el relanzamiento de las relaciones con América Latina y el establecimiento de un mecanismo de seguimiento para darle continuidad a la agenda bilateral.
Más allá de la celebración de la primera cumbre birregional en 8 años y la adopción de una declaración común sobre la guerra en Ucrania (solo Nicaragua se abstuvo de firmarla), fue importante reanudar los lazos con América Latina ante la necesidad de tener socios confiables que garanticen el acceso de las materias primas requeridas para la transición energética y tecnología.
Igual de relevante, añadió, fue el trabajo realizado conjuntamente con el Ejecutivo comunitario para conseguir en la cumbre climática de Dubái el primer acuerdo global hacia una transición hacia el abandono de las energías fósiles. Señala que el papel de la presidencia española fue crucial para fijar las vías de financiamiento de los compromisos climáticos.
Bajo la conducción española, también se conservó la unidad europea frente a la guerra en Ucrania y volvió a tomar relevancia el tema de la ampliación de la Unión.
“En el frente ruso el semestre fue exitoso. La UE continúa unida y hoy es más cercana de Ucrania que Estados Unidos”, afirma Molina.
Del lado opuesto, está la guerra de Israel contra Hamas en Gaza. Madrid fue incapaz de proyectar una sola posición ante la crisis. No hubo consenso y proliferaron las voces encontradas. Por ejemplo, la posición de España, Irlanda y Bélgica es distinta a la de Alemania, Austria, República Checa y Hungría.
En el ámbito institucional, el mayor logro fue darle una connotación distinta al concepto europeo de “autonomía estratégica”. Queda claro que no significa independencia y proteccionismo, sino diversificación económica, producir y abastecerse en países que son aliados geopolíticos para alcanzar autonomía en los sectores críticos de salud, alimentación, energía y tecnologías.