Mole rojo: el platillo con raíces prehispánicas que conquistó los sabores de México
Desde ceremonias ancestrales hasta bodas modernas, el mole rojo se mantiene como un símbolo de la gastronomía mexicana por su historia, sabor y tradición.

El mole rojo, uno de los alimentos más emblemáticos de la cocina mexicana, tiene su origen en las culturas prehispánicas y ha evolucionado con el paso del tiempo. Su nombre proviene del náhuatl mulli y su receta, basada en chiles, especias y carne, ha sido adaptada en hogares y celebraciones por generaciones.
El mole rojo es, sin duda, uno de los platillos más representativos de México, tanto por su inigualable sabor como por la historia que lo respalda. Ya sea con pollo, arroz, en enmoladas, enchiladas o incluso romeritos, este guiso tradicional es capaz de deleitar hasta el paladar más exigente.
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Un nombre con historia
La palabra “mole” tiene origen náhuatl: mulli o molli, que hace referencia a una salsa espesa elaborada con chiles y especias. Desde épocas prehispánicas, este platillo ha sido preparado por indígenas que combinaban ingredientes como semillas de calabaza, jitomate y hierbas aromáticas.
De ritual sagrado a receta familiar
En sus inicios, el mole rojo se servía en rituales religiosos como ofrenda a los dioses y se acompañaba con carne de guajolote, pato o incluso armadillo. Con la llegada de los españoles, el platillo se transformó. Cuentan que el virrey Sor Andrea de la Asunción quedó fascinado con esta mezcla de sabores y la acompañó con tortillas, creando un precedente para la versión moderna del mole.
Un sabor que une generaciones
Hoy en día, el mole rojo se disfruta principalmente con pollo, aunque mantiene su esencia: una combinación compleja de chiles secos, especias, semillas y otros ingredientes que dan como resultado una salsa espesa, intensa y llena de tradición. Se sirve tanto en reuniones familiares como en grandes eventos como bodas y bautizos, siendo sinónimo de celebración.