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Día de Muertos en Tabasco: tradición, comida y misticismo en cada altar

Más que una tradición, el Día de Muertos en Tabasco es una forma de reafirmar identidad.

En Tabasco, el Día de Muertos no es solo una fecha del calendario: es una experiencia sensorial y espiritual. A diferencia de otras regiones del país, aquí la celebración se mezcla con el calor, la selva y la devoción profunda por quienes se han adelantado. Desde los pueblos indígenas hasta las zonas urbanas, las casas se llenan de aromas, colores y recuerdos.

Las ofrendas tabasqueñas son únicas. No falta el pochó, tamal tradicional envuelto en hoja de plátano, acompañado de pejelagarto asado o dulce de calabaza. Las velas se colocan sobre mesas cubiertas con manteles bordados, junto a retratos, flores amarillas y objetos que el difunto solía disfrutar. Es un banquete para el alma, pero también para la memoria colectiva.

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En comunidades como Tamulté de las Sabanas o Nacajuca, las familias todavía limpian los panteones a mano y velan durante la noche con música, rezos y comida compartida. Se cree que el alma regresa, y por eso se le espera con respeto, pero también con fiesta. La tradición choca con lo moderno, pero sobrevive, porque aquí honrar a los muertos es parte de estar vivo.

Las escuelas y centros culturales organizan concursos de altares y calaveritas, pero el verdadero ritual ocurre en los hogares. No hay show para la foto: hay silencio, nostalgia, y también carcajadas. Porque en Tabasco, la muerte no se llora sola, se recuerda entre todos.

Más que una tradición, el Día de Muertos en Tabasco es una forma de reafirmar identidad. Aquí, cada altar es una promesa de no olvidar, cada vela encendida es una conversación con el más allá, y cada aroma es una puerta abierta al corazón de lo que fuimos y seguimos siendo.

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