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El pejelagarto en Tabasco, legado vivo de la cultura y gastronomía

Este peculiar pez, mezcla de saurio y pescado, ha sido parte esencial de la identidad tabasqueña por siglos, tanto en su cocina tradicional como en sus creencias y leyendas.

El pejelagarto, conocido como ibam en lengua maya yokot’an, es uno de los símbolos más representativos de Tabasco. Desde la época prehispánica hasta la actualidad, su figura ha sido venerada en rituales, celebrada en la gastronomía local y recordada con nostalgia por los pescadores de los ríos y pantanos del estado.

Un animal legendario que asombró a los primeros conquistadores

Cuando los exploradores españoles arribaron a tierras de Centla, Tabasco, hace más de cinco siglos, se encontraron con una fauna exótica que jamás imaginaron. Entre armadillos que llamaron “encubertados”, jaguares confundidos con tigres y manatíes vistos como sirenas, también conocieron al pejelagarto (Atractosteus tropicus), un extraño pez de cabeza de lagarto y cuerpo de pescado que dejó perplejos a los europeos.

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Llamado ibam por los pueblos mayas yokot’an, el pejelagarto se convirtió desde entonces en parte fundamental de la cultura tabasqueña.

Para las comunidades indígenas yokot’an, la pesca del pejelagarto era un acto sagrado. Antes de lanzarse al río, los pescadores solicitaban permiso al yumja, el espíritu dueño del agua. La pesca se realizaba especialmente durante los meses de septiembre y octubre, cuando las lluvias e inundaciones esparcían el topen, su alimento preferido.

Una creencia popular indica que durante tormentas, es necesario cubrir a los pejelagartos con hojas de plátano, pues su baba, según los abuelos, puede atraer rayos.

Testimonio de un pasado abundante

Los más ancianos de los Pantanos de Centla recuerdan con nostalgia los tiempos en que los pejelagartos alcanzaban hasta dos metros de largo y descansaban al sol sobre los playones. Hoy, lamentan que la sobrepesca y el deterioro del hábitat hayan reducido su tamaño y sabor, dejando solo ejemplares pequeños que ya no conservan el gusto original, salvo los criados en granjas acuícolas.

Más allá de su valor simbólico, el pejelagarto es uno de los manjares más representativos del estado. Se prepara asado, en tamales, empanadas o acompañado con chile mashito y tortillas gruesas. En los altares del Día de Muertos no puede faltar, como parte de las ofrendas para honrar a los difuntos.

Este animal ha trascendido la cocina: es también un símbolo identitario. Como dijo Dora María, “el tabasqueño es como el pejelagarto: siempre necesita un charco para chapalear”.

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