La actriz que se enfrentó a un espíritu que no la quiso en su casa
Era 1920 y la actriz estadounidense Nance O’Neil, figura de teatro y del cine mudo de la época, decidió mudarse a una casona colonial que además de sus encantos arquitectónicos y su ubicación campirana tenía un detalle especial: en ella habitaban espíritus, fantasmas.
El inicio artístico de O’Neil estuvo marcado por los señalamientos de su propio padre, quien no vio con buenos ojos que se dedicara al teatro, así que devoto creyente de Dios, pidió a su congregación que rezara por su hija, como si se tratara de una bruja o una mujer maldita.
La actriz, que triunfó tanto en el teatro como en el cine mundo y sonoro, compartió en abril de 1920, en el semanario cultural popular de “EL UNIVERSAL ILUSTRADO”, una sorprendente y terrorífica historia sobre lo que le pasó en una casa en la que planeaba vivir pero que no pudo estar más de 10 días por culpa de los sucesos paranormales que ocurrieron desde el primer día en que llegó.
El que Nance fuera una persona medium, es decir, aquella que se puede comunicar los espíritus de personas fallecidas agravó la situación que vivió en aquella casona colonial de la que salió huyendo 45 años antes de que muriera en un centro de vida asistida para actores ubicado en Nueva Jersey.
A continuación, la historia contada por la actriz Nance O’Neil:
Pasó esto en una espléndida mansión colonial dijo Nance O’Neil al entrevistador. Es una residencia que se cita siempre como modelo de arquitectura antigua y la cual perteneció durante muchas generaciones a una familia prominente del periodo revolucionario; es una propiedad rural. Sabiendo yo que la vendían, me puse en contacto con los propietarios y una tarde fui en automóvil con varios amigos para verla.
Era una tarde primaveral, estábamos todos de buen humor y nada me inclinaba hacia el temor; sin embargo, cuando vi la casa toda blanca destacándose sobre el cerro tuve una sensación de miedo. La antigua mansión me pareció siniestra. No dije nada, por no parecer absurda, por los demás de la comitiva se entretenían en admirar la paz campestre y la belleza del antiguo edificio.
Nos detuvimos enfrente de la puerta principal y yo tomé la recalca llave y me coloqué al abrir, del lado de la puerta para dejar pasar al grupo. El cuarto en que me hallé de pronto estaba limpio y era blanco, pero en cuanto transpuse el umbral experimenté un terror inexplicable. Me asombré de la violenta sensación, y como no vi nada anormal, procuré dominarme y esperar a los demás. Les conté lo que había sentido, pero ellos no pudieron tener otra idea más que aquella de que el hall estaba maravillosamente adornado y amueblado al estilo antiguo, admiraron la ancha escalera que conducía el piso alto y se rieron de mis nervios.
Visitamos todo el edificio, pero ninguna de las otras piezas me produjo la impresión que la entrada al hall.
Ya cuando nos retirábamos, los otros fueron a observar una puerta lateral, y yo me quedé completamente sola tratando de cerrar la otra puerta. Apenas me había repuesto del choque nervioso producido por el miedo inexplicable que sentí, y me volvía ya de haber cerrado, para salir de aquella pieza, cuando me detuve paralizada.
Al final de la amplia escalinata vi una figura blanca, inmóvil. Era como una forma humana envuelta en una sábana. Pero a través de ella y con la luz solar que penetraba en la habitación veía yo los objetos. Se trataba de un espíritu, de un espanto tal como lo sabía yo oído de escribir muchas veces. Después de un momento en que el terror me paralizó, lancé un grito y salí corriendo. Con palabras entrecortadas les conté a mis asombrados amigos que nunca podría vivir yo allí porque había visto un espíritu.
Rieron y volvieron a decirme que estaba nerviosa.
A pesar de eso, fui a vivir en aquel lugar. Por reflexión de lo que me decían concluí por creer que mis temores eran infundados y me propuse dominarlos. Compré la mansión colonial y vivía allí durante 10 días. Dormía en una recámara de la parte alta.
A la medianoche del primer día que pasé allí, desperté con la angustiosa sensación de que me ahogaban. Luché contra las manos invisibles que me querían estrangular y que trataban de aferrarse a mi garganta. Sentía algo hostil que se movía cerca de mí, algo como un espíritu lleno de odio. Rendida volví a caer sobre la almohada, cerrando los ojos para no ver, y todo el resto de la noche la pasé despierta sintiendo la proximidad del fantasma.
Durante varias ocasiones consecutivas me despertó la misma sensación de las manos que querían oprimirme, valiéndose de mi indefenso estado durante el sueño.
A la noche siguiente tuve un sueño en el cual me veía en la entrada del hall. En el descanso de la escalera y en el mismo sitio en que yo vi al fantasma veía ahora un hombre y una mujer vestidos a la usanza antigua: él la estaba estrangulando.
Tres noches tuve este espantoso sueño y después por gentes del pueblo, supe que hacía muchos años que allí en aquella escalera habían asesinado a una dama.
Una noche desperté repentinamente y vi a un niño negro que en actitud suplicante se arrodillaba a mis pies. Usaba una especie de túnica azul y tenía el aspecto de un esclavo. En un momento se desvaneció.
Más tarde supe que la familia a quien habían pertenecido aquellos señoríos era muy notable en aquellas épocas de la esclavitud por la gran cantidad de esclavos que tenía y que había sido la última en dejarlos en libertad cuando se decretó esta ley.
Otras veces, oía ruidos como de cosas pesadas, cómo se arrastraran un canasto con algo fuerte por toda la casa. Pregunté a los criados que habitaban una casita contigua y que eran nativos del pueblo y me dijeron que era muy sabido que allí se oía esa clase de ruidos.
Algún tiempo después, consulté estos asuntos con una médium vidente y me dijo que el ruido como de un canasto era porque el mayorazgo de esa familia había enterrado bajo la chimenea una cesta con monedas de oro antiguas y con joyas. Yo no quise ocuparme más de eso y dejé al fantasma en paz.
Había comprado una casa llena de cosas extrañas: sus particularidades eran sabidas por todos los vecinos. Según dicen, ninguno de los que trataban de habitar la podían vivir allí, pues los espíritus se encargaban de correrlos. Más de una semana permanecí en esta inhospitalaria morada, a pesar de que la insistencia de los espíritus era constante.
Comprobé y tuve la sensación de que yo era mal recibida en aquella mansión, de que le disgustaba yo al espíritu; aquel espectro me desaprobaba.
Se me figuraba que era el espíritu de la mujer estrangulada, que sentía un profundo odio para todos aquellos que quisieran habitar esa casona.
A los 10 días desocupé la casa. No me arrojaron los espíritus, pero una violenta gira artística me alejo de allí. Estuve de viaje mucho tiempo y en esa época vendí la casa y nunca he vuelto a verla.
Creo que me encontré en esa aventura porque soy medium, los que se han dedicado a estudios psíquicos me lo van asegurado.
He tenido otras dos o tres aventuras con espíritus, pero han sido ligeras; todas ellas me han traído a la conclusión de que es malo querer mezclarse con asuntos de espíritus.
Mi esposo Alfredo Hickman y yo hemos recibido algunos mensajes de ultratumba por medio de golpes en la mesita etcétera.
En una ocasión, una comunicación de un amigo de mi marido, el cual era escritor había fallecido, dijo lo siguiente: “mi esposa tiene los argumentos para ti”. Hickman fue a ver a la señora de referencia. Ella desconocía totalmente lo de aquellas obras. Todas las comunicaciones que hemos recibido siempre han resultado falsas. Hemos perdido ya la fe en ellas. También en el otro mundo se engaña.