Más allá de la piñata: 4 tradiciones navideñas poco conocidas de México que te sorprenderán si nos visitas

Si viajas a México en diciembre, descubrirás que la Navidad no es igual en todas partes. Desde cantar con ramas decoradas en el trópico hasta quemar al “Viejo” para despedir el año, estas costumbres revelan el alma diversa del país.
Cuando los turistas piensan en la Navidad mexicana, suelen imaginar las clásicas posadas con ponche y piñatas de siete picos. Sin embargo, México es un mosaico cultural tan vasto que sus celebraciones decembrinas varían radicalmente de norte a sur. Si planeas visitar el país en estas fechas, te invitamos a salir de la ruta convencional y descubrir cuatro tradiciones autóctonas, llenas de sincretismo y alegría, que convierten la temporada en una experiencia única e inolvidable.
La Rama: El villancico tropical de Veracruz y el sureste
Mientras que en el centro del país se piden posadas, en los estados de Veracruz, Campeche, Tabasco y Yucatán, la Navidad tiene un ritmo tropical. Del 16 al 24 de diciembre, se celebra la tradición de “La Rama”. Esta costumbre consiste en decorar una rama de árbol (generalmente de limonero o maguey) con globos, escarcha, esferas y farolillos hechos de cáscaras de naranja o papel.

Grupos de amigos y familias recorren las calles de noche, cantando versos específicos que riman al compás de sonajas, panderos y jaranas. Van de casa en casa pidiendo su “aguinaldo” (dinero o dulces). Es una festividad que refleja la alegría caribeña y el sincretismo religioso, transformando las calles en una fiesta ambulante llena de música y color que no verás en ninguna otra parte de la república.
El Viejo: La quema de las penas para recibir el Año Nuevo
Si te quedas hasta el 31 de diciembre, especialmente en Veracruz y algunas zonas del sur, serás testigo de una tradición tan catártica como espectacular: “El Viejo”. Esta costumbre consiste en fabricar un muñeco de trapo de tamaño real, relleno de aserrín, papel y, a menudo, pirotecnia. Al muñeco se le viste con ropa vieja, se le coloca un sombrero y, a veces, se le pone una máscara que caricaturiza a algún político o personaje del año que termina.
El muñeco se sienta frente a las casas durante los últimos días de diciembre, acompañado de música y baile. A la medianoche del 31, se le prende fuego. Simbólicamente, quemar al “Viejo” representa destruir las malas vibras, las tristezas y los problemas del año que se va, limpiando el camino para un nuevo comienzo. Es un espectáculo de fuego y fiesta que marca el cierre del ciclo con una energía vibrante.
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Las Pastorelas de Tepotzotlán: Teatro, sátira y virreinato
Aunque las pastorelas (representaciones teatrales del viaje de los pastores a Belén) se realizan en todo el país, las de Tepotzotlán, Estado de México, son una joya cultural. Se llevan a cabo en el patio de la Hostería del Convento, un edificio virreinal que dota a la obra de una atmósfera mágica.
Lo que hace únicas a estas pastorelas es su calidad artística y su guion, que mezcla la tradición religiosa con la sátira política y social actual. El diablo intenta tentar a los pastores, pero lo hace con humor mexicano y referencias contemporáneas. Es una experiencia inmersiva que incluye una cena tradicional, mariachis y fuegos artificiales, considerada una de las manifestaciones culturales más importantes del turismo navideño en el centro del país.

El Niño Pa: La devoción viva de Xochimilco
En la Ciudad de México, específicamente en los canales y barrios de Xochimilco, existe una tradición de fe profunda que gira en torno al Niño Pa (Niño Padre). A diferencia de otras figuras religiosas que permanecen en iglesias, este Niño Dios no tiene un templo fijo; se hospeda en la casa de un “mayordomo” distinto cada año.
Durante la época navideña, las posadas y procesiones dedicadas al Niño Pa son masivas y están llenas de flores, música de banda y chinelos (danzantes tradicionales). La lista de espera para hospedar al Niño Pa en casa es tan larga que las familias se inscriben con décadas de anticipación, esperando hasta 40 o 50 años para tener el honor de recibirlo. Presenciar una de estas procesiones es adentrarse en el corazón de la identidad xochimilca.







