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El corazón de la tradición: Oaxaca, el destino que celebra la Navidad con rábanos y calendas

Lejos de la nieve y los pinos, Oaxaca celebra la Navidad con una fiesta de arte popular, gastronomía y procesiones. Es un destino que transforma las tradiciones en una experiencia de color, fe y sabor inigualable.

Si buscas una Navidad que despierte los sentidos y te conecte con tradiciones ancestrales, el destino es Oaxaca. A diferencia de las postales de nieve y chimeneas, la capital oaxaqueña ofrece una experiencia cultural única en el mundo. El mes de diciembre transforma la ciudad de cantera verde en un escenario vibrante de procesiones, sabores profundos y, sobre todo, una competencia artística donde la verdura protagonista es el rábano.

La Noche de Rábanos: El arte efímero

El evento cumbre de la Navidad oaxaqueña, y uno de los festivales más singulares de México, es la Noche de Rábanos, que se celebra cada 23 de diciembre. Esta tradición, que data de 1897, convierte el Zócalo (la Plaza de la Constitución) en una galería de arte efímero.

Foto: Wikipedia

Artesanos y hortelanos locales dedican meses a cultivar rábanos especiales, a menudo de gran tamaño, para luego tallarlos y esculpirlos con una destreza impresionante. Crean escenas detalladas de nacimientos, figuras religiosas, escenas de la vida cotidiana oaxaqueña y personajes de leyendas. Miles de personas hacen fila durante horas para admirar estas obras maestras que durarán solo unas horas, en un testimonio de la creatividad y la devoción del pueblo oaxaqueño.

Las Calendas: La fiesta que anuncia la Navidad

El ambiente festivo en Oaxaca no espera al 24 de diciembre. Los días previos (del 16 al 24) se llenan con las Calendas. Estas son las versiones oaxaqueñas de las posadas, pero con una energía desbordante. Son procesiones que recorren las calles empedradas, encabezadas por bandas de viento que tocan música tradicional.

El espectáculo visual es impresionante: los participantes cargan enormes marmotas (faroles esféricos gigantes) y “chinas oaxaqueñas” (figuras femeninas gigantes) que bailan al ritmo de la música. Es una fiesta comunitaria donde se reparte ponche, aguinaldos (dulces) y mezcal, invitando a locales y turistas a unirse al recorrido en una celebración llena de ruido, alegría y fervor.

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El sabor de la Nochebuena Oaxaqueña

La Navidad en Oaxaca también es un festín gastronómico. Mientras que en otras partes de México el pavo es el rey, en Oaxaca la mesa se viste con los sabores profundos de la región. El platillo estelar suele ser el mole negro o el coloradito, servido tradicionalmente con guajolote (pavo).

Además, no pueden faltar los tamales oaxaqueños (envueltos en hoja de plátano, con mole y pollo) y los romeritos con tortitas de camarón. El postre clásico de la temporada son los buñuelos, una masa frita y crujiente bañada en miel de piloncillo, que se sirven en platos de barro que, según la tradición, deben romperse en el suelo después de comerlos para atraer la buena suerte.

Foto: Animal Gourmet

Un destino de sincretismo y calidez

Visitar Oaxaca en diciembre es una inmersión en el sincretismo. Es ver la fe católica fusionada con las tradiciones indígenas. Es caminar por el mercado Benito Juárez, repleto del aroma a copal y flor de cempasúchil (que también se usa en los altares navideños), y luego entrar a la majestuosa iglesia de Santo Domingo. Es un destino que, lejos del frío comercial, ofrece la calidez de su gente y una celebración que se siente auténtica y profundamente arraigada.

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