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Sanae Takaichi, la primera ministra de Japón baterista de heavy metal y que desafía la historia

Fanática del ‘heavy metal’ y protegida de Shinzo Abe, Sanae Takaichi rompe con siglos de tradición política al convertirse en la primera mujer en dirigir Japón

Admiradora de Iron Maiden y Margaret Thatcher, la nueva líder del país asiático representa una mezcla de conservadurismo, modernidad y desafío a los roles tradicionales de género en la sociedad japonesa.

A sus 64 años, Takaichi llega al poder tras una carrera marcada por la perseverancia y las adversidades. Nacida en la prefectura de Nara, en un hogar humilde, su historia contrasta con la élite política que domina el Partido Liberal Democrático (PLD). De joven viajaba seis horas diarias para asistir a la universidad, época en la que Takaichi formó parte de una banda de heavy metal en la que tocaba la batería, soñando con independencia y con tocar la batería al ritmo de Deep Purple, su estilo de tocar era tan enérgico que solía llevar baquetas de repuesto por si se rompían durante las actuaciones. Hoy, décadas después, cumple un sueño distinto: liderar una de las economías más grandes del mundo.

Fotografía antigua de Takaichi en una batería.

La nueva primera ministra se formó en el Instituto Matsushita de Gobierno y Gestión, donde adquirió su visión pragmática de la política. A finales de los años ochenta realizó una estancia en la oficina de la congresista estadounidense Patricia Schroeder, una figura feminista que influenció su visión sobre el papel de la mujer en el liderazgo. Aquella experiencia la marcó profundamente y definió su camino en un entorno político dominado por hombres.

En 1993, Takaichi fue elegida por primera vez para la Dieta japonesa como candidata independiente. Pronto atrajo la atención de Shinzo Abe (el primer ministro que más tiempo ha estado en el cargo en la historia del país), con quien compartió una relación política cercana y una visión nacionalista que buscaba reforzar la identidad japonesa. Abe la nombró ministra en dos ocasiones —en 2006 y 2012—, convirtiéndola en una de las figuras femeninas más visibles del gobierno japonés.

Shinzo Abe

Takaichi ha defendido políticas de línea dura hacia China, ha impulsado la idea de que “Japón ha vuelto” y ha manifestado su deseo de revisar la Constitución pacifista para fortalecer las capacidades militares del país. En el plano internacional, busca mantener una relación “de respeto y equilibrio” con Estados Unidos, pese a las tensiones comerciales y militares que han surgido durante la presidencia de Donald Trump.

Su estilo contrasta con el de muchos líderes japoneses. Más que una “dama de hierro”, Takaichi es descrita como una mujer de Kansai, cercana, decidida y con un sentido del humor que la conecta con la gente común. Su antiguo peluquero, Yukitoshi Arai, cuenta que eligió un peinado que dejara ver sus ojos y oídos “para demostrar que ve y escucha a su pueblo”.

La victoria de Takaichi representa un símbolo histórico para la igualdad de género en Japón, un país donde las mujeres han tenido que superar fuertes barreras culturales y laborales. Aunque su orientación política es conservadora, su figura inspira a una nueva generación de jóvenes japonesas que buscan ocupar espacios de poder.

Ahora, con el desafío de consolidar su gobierno y definir la posición de Japón frente a China y Estados Unidos, Takaichi inicia una etapa decisiva. Su lema, “convertir las ansiedades del pueblo en esperanza”, marca el tono de un liderazgo que combina el rigor político con la energía rebelde de una baterista de heavy metal.

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