Opinión

El otro está mal

Aguas Internacionales - José Miguel Martínez.

Uno de cada cinco estadounidenses cree que la violencia política está justificada, mientras más de la mitad considera que una guerra civil podría estar en camino. Pensar que esto es solo culpa de los políticos que quieren que veamos al otro como parte de un equipo rival es, en sí, gran parte del problema. En Estados Unidos esta situación es más visible debido a su sistema bipartidista.

Las palabras de Trump que sostienen que los inmigrantes son malos y solo vienen a Estados Unidos a robar, violar y quitar empleos, constituyen un discurso de odio. Decir que los demócratas no son patriotas por no estar de acuerdo con él es también una expresión de odio.

El problema no radica únicamente en que Trump califique a la otredad como mala, sino en que las redes sociales, en lugar de ayudarnos a discernir y a estar en contacto con otros puntos de vista, nos aíslan para mostrarnos únicamente lo que nos agrada y con lo que nos sentimos cómodos, manteniéndonos en una cámara de eco.

Las redes sociales hacen que, poco a poco, Trump no parezca tan radical, porque empiezas a escuchar a personas más extremas que él y así, paulatinamente, pierdes la noción de qué tan radical te estás volviendo. Empiezas a ver al otro, quien piensa distinto a ti, como parte de un equipo que quiere destruir tus creencias y tu modo de vida, y que hará todo lo posible por atacarlo.

Este discurso está llevando a que las sociedades comiencen a desmoronarse, y que familias, grupos de amigos y comunidades se fracturen. La polarización que vivimos hoy no deja espacio para términos medios: o estás con nosotros y nuestro equipo, o estás contra nosotros.

Estar en desacuerdo no está mal; no todos los miembros de una misma sociedad tienen que coincidir en todo. De las grandes discusiones nacen cosas maravillosas. La democracia se basa en el debate sobre el rumbo de la sociedad. El problema surge cuando la polarización llega a tal grado que nadie escucha a la otra parte; todos pelean entre sí y nadie logra llegar a un punto medio para construir lo mejor para todos.

Esto es muy evidente en Estados Unidos, donde el sistema bipartidista (demócratas y republicanos) no facilita la superación de esta división. Más aún cuando tienes un presidente como Trump que afirma que, si no lo apoyas, no eres estadounidense, o cuando los demócratas cierran el Gobierno para proteger a los “inmigrantes malos” y por eso no son patriotas.

Las personas creen que al ver sólo a otros que forman parte de su bando, están en lo correcto, pero esto no podría estar más alejado de la realidad. En una democracia y en una sociedad no existen verdades absolutas ni realidades completamente ciertas. Todo depende de la perspectiva desde la que se observe.

La polarización, tanto de redes sociales que aíslan de opiniones diversas, como de los políticos que señalan a ciertos grupos como “malos”, solo hacen que creamos que estamos bien. Pero lo único que logran es dividirnos aún más y debilitar el pegamento social que sostiene a la democracia. El odio y la polarización no llevan a nada; no podemos odiarnos por pensar diferente. Debemos trabajar juntos para mejorar la sociedad en la que vivimos y dejar de hacer caso a quienes quieren dividirnos para poder vencernos.

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