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Cría cuervos… y acabarás pidiendo permiso en tu propia empresa.

Impacto en los Negocios por Mario Elsner.

Hace unos meses, durante una mentoría con un dueño de negocio —de esos que ya vivieron la montaña rusa completa, desde la emoción inicial hasta el desgaste acumulado—, me soltó una frase que me dejó en pausa. No lo dijo con enojo, ni con drama.

Lo dijo con esa mezcla entre vergüenza, resignación y lucidez que aparece cuando uno se da cuenta de que cruzó una línea… y no sabe cómo regresar.

—“La verdad, Mario… mi negocio ya no es mío. Está secuestrado por mi gente.”

No lo decía buscando empatía. Lo decía porque ya no podía sostener el personaje del líder fuerte. Porque ya no dormía bien. Porque ya no disfrutaba nada. Porque cada decisión se sentía como una amenaza latente.

¿La razón? En algún momento, cuando el negocio caminaba, contrató gente de confianza y les fue delegando cada parte de la operación.

Al principio parecía una estrategia inteligente: rodearse de talento, confiar, enfocarse en otras cosas. Y como el dinero seguía entrando, todo parecía bajo control. Pero no lo estaba.

Sin darse cuenta, llevaba años cediendo terreno. No de golpe, sino de a poquito. Y cuando necesitó intervenir… ya era tarde.

Su jefe de ventas lo enfrentó con una amenaza disfrazada de petición: “Necesito ganar más, o me voy y me llevo a mis clientes”. Y aunque él sospechaba que había algo raro con los números, prefería no tocarlo. Porque al final seguía ganando… y no quería ser visto como un jefe tóxico.

Cada vez que alguien clave se molestaba, él aflojaba. Cada vez que un colaborador amenazaba con irse, le daba más beneficios, más libertades, más poder de decisión. Lo que comenzó como liderazgo empático, terminó convertido en complacencia crónica.

El administrativo sabía tanto del sistema que se volvió intocable: “Si me mueves, todo se te cae”.

El equipo operativo tomaba decisiones sin consultarlo: “Tú confías en mí, ¿no?”

Y claro que confiaba. Pero esa ya no era confianza. Era miedo. Miedo disfrazado de prudencia.

  • Miedo a perder al equipo.
  • Miedo a que le saboteen la operación.
  • Miedo a que le abran la competencia en la esquina.
  • Miedo a quedarse solo… en el negocio que él mismo construyó.
  • A mí me dolió escucharlo, pero no me sorprendió. Porque lo he visto muchas veces.

Dueños que arrancaron con hambre, visión y ganas de formar algo grande, pero que confundieron ser jefes justos con ser jefes buena onda.

Que creyeron que delegar era desentenderse. Que pensaron que dar libertad absoluta los haría ver más evolucionados… cuando en realidad los volvió irrelevantes.

Y ojo: no se trata de volverse tirano para recuperar el control. Se trata de no regalar lo que nunca debiste dejar de cuidar.

Lo he dicho antes y lo sostengo: no hay nada más peligroso que un liderazgo que se sostiene por miedo a incomodar. Porque terminas caminando sobre cáscaras de huevo dentro de tu propio negocio. Y eso no es cultura de confianza. Eso es una cárcel disfrazada de equipo.

Si estás ahí —o cerca de ahí—, estos dos pasos pueden ayudarte a recuperar el control sin convertirte en el jefe que juraste nunca ser:

1. Recupera el control real (no simbólico)

No puedes liderar lo que no entiendes. No necesitas hacerlo todo tú, pero sí necesitas tener claridad: procesos documentados, contraseñas, márgenes, clientes, decisiones clave. Todo lo que no controlas… te controla.

Haz una auditoría silenciosa. No para culpar, sino para ver. ¿Qué áreas dependen de una sola persona? ¿Qué pasa si alguien no llega mañana? ¿Qué decisiones se están tomando “por costumbre” sin tu revisión?

No se trata de volverte micro. Se trata de volver a ser líder. Porque un negocio que solo funciona si todos están de buenas… no es un negocio. Es una bomba de tiempo.

2. Deja de comprar paz con privilegios

Cada vez que evitas un conflicto cediendo poder, educas a tu equipo a negociar desde el miedo, no desde el valor.

Reconocer aportaciones es sano. Pero permitir decisiones por presión emocional, amenazas o chantajes encubiertos es rendirse sin pelear.

Si alguien te dice: “Sin mí esto no camina”… el problema no es solo él. El problema es la cultura que permitiste. Porque no puedes construir una empresa sólida sobre la base de no incomodar a nadie.

Y si alguien se va cuando tú marcas límites… quizás nunca fue parte de tu equipo. Solo estaba ahí mientras le convenía.

Tú construiste este negocio.

No dejes que el miedo lo convierta en una prisión disfrazada de empresa.

🦄 Mario Elsner

Te acompaño al siguiente Nivel de los negocios.

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