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Pozol de Tabasco: El sabor que refresca en el edén

Tomar pozol en Tabasco es saborear historia líquida.

En el corazón caluroso de Tabasco, hay una bebida que no solo calma la sed, sino que conecta con siglos de historia: el pozol. Hecho a base de masa de maíz y cacao, este brebaje ancestral es más que una tradición, es un símbolo de identidad para el pueblo tabasqueño. Refrescante, espeso y con un sabor terroso único, el pozol se bebe en jícaras o vasos de cristal, casi siempre frío, como remedio infalible contra el sol tropical.

Su preparación es sencilla en ingredientes pero rica en técnica. La masa se mezcla con agua y se le añade cacao molido, aunque hay variantes que lo llevan natural, sin cacao, conocido como “pozol blanco”. En los pueblos y ciudades de Tabasco, es común ver a personas de todas las edades bebiéndolo mientras trabajan, caminan o descansan. Es una bebida que no distingue clases ni edades: todos la comparten.

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El pozol no es solo una bebida típica; es un ritual cotidiano. Su consumo está profundamente arraigado en la cultura chontal y se ha mantenido vivo por generaciones. En muchas familias, la receta se transmite de boca en boca, y su preparación aún conserva un aire de ceremonia. No es raro que al beberlo, se escuche decir que el pozol “quita el calor del cuerpo y del corazón”.

Tomar pozol en Tabasco es saborear historia líquida. Es comprender que en lo simple, en lo humilde, habita una fuerza que resiste el paso del tiempo. Cada sorbo es un encuentro con la tierra, con el maíz, con el alma profunda del sureste mexicano.

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