Gobierno del Pueblo hará realidad el sueño de los campesinos con sus programas sociales
Con la promesa de tierra y un hato de ganado, don Luis Palomares Tinoco dejó su natal Apatzingan, Michoacán, para establecerse en un bosque de árboles gigantes cerca de la laguna Santa Rosa, en el municipio de Tenosique. A machete hicieron descampados para fundar el 15 de abril de 1968, el poblado Redención del Campesino. La tierra la ganaron a la selva, pero las vacas nunca llegaron.
El octagenario campesino recuerda que “nada más por no dejar”, juntaron un subsidio que les daban y compraron en Tenosique unas vaquillas rejegas, pero por no tener pastizales ni corrales, el proyecto fracasó. Don José terminó cortando la hoja de xate, cuya leyenda asegura que la compran los gringos para pintar el dólar. Unos 56 años después, el hijo de don Luis podría cumplir el sueño del hato ganadero, gracias a un programa que echará andar el Gobernador Javier May Rodríguez.
“Antes los programas llegaban al municipio y de ahí se lo repartían entre parientes. Para bien, la situación ha cambiado. Yo me inscribí hace tres semanas porque vino a Redención el módulo de Bienestar. Además, creo que ahora sí va a funcionar porque ya tenemos pasturas, cercas y corrales. Nada más estamos esperando a que baje el programa y estoy seguro que las vacas llegarán”, compartió Palomares hijo, quien todavía recuerda orgulloso haber pertenecido de joven al Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena, donde aprendí a mirar de frente”, dijo.
La animación que se vivía en la cancha deportiva era como si se hubieran adelantado las fiestas patronales, sólo que sin el espectáculo del jaripeo, tan atractivo por ser aún muy “michoacano” para los pobladores de los alrededores. Interesado por las Jornadas de Atención al Pueblo en Territorio, don Pedro Cruz bajó del ejido Álvaro Obregón para vender sombreros de fibra vegetal que elabora su muchacho, René Cruz, y de paso informarse de los apoyos que ofrece el Instituto para el Fomento a las Artesanías de Tabasco.
Don Pedro cultiva en 10 hectáreas la palma de jipijapa, que luego cortará y pondrá a secar para que las diestras manos de su hijo René las tejan en tres o cuatro días, gracias a una técnica que les enseñó un artesano campechano hace algunos años. “Los sombreros de jipijapa distinguen a nuestra comunidad porque allí cultivamos la planta hasta transformarla en un sombrero turístico, que no se debe mojar porque se echa a perder.
Además de venir a venderlos, aprovechamos a preguntar los apoyos que ofrece el IFAT para artesanos como mis hijos, que hasta ahora no se habían inscrito. ¡Qué bueno que vienen hasta acá!, para que nuestros artesanos tramiten estos apoyos, de otro modo sería muy difícil porque ir a la capital genera gastos”, mencionó.
Es natural que en Redención, con 10 ejidos y un Centro Integrador, los dos módulos más frecuentados sean el Instituto de la Defensoría Pública y el Consejo Estatal para Prevenir y Erradicar la Discriminación. En el primero, don Armando Paniagua se acerca con la esperanza de que las Jornadas de Atención sean la solución a un problema de tierras que lleva resolviendo 30 años y que ha impedido se beneficie de los demás programas sociales. “Antes tenía que dar vueltas a la capital, pero con estos servicios eso se acabó”, comentó mientras era atendido por una servidora pública.
En el segundo módulo está Judith Marcela, colombiana con siete años de vivir en Redención, casada con un mexicano que conoció por internet y con un niño de pelo murusho, mexicano también. Ella vino a sacar su credencial del INI, que es lo único que le falta. Mientras resuelven su solicitud, la oriunda de Valledupar calificó con un “chevere” todos los servicios puestos a disposición en Redención.
“Es muy bueno esto que hacen, parece un día de fiesta y la gente está más alegre que de costumbre. Es lo que me gusta de Tabasco. Me agradan sus costumbres, su comida, que es igual que en Colombia, pero lo que más amo es su gente, tan buena, tan amable. Y ahora lo veo con los servidores públicos. ¡Que cosa tan bonita!”, sostuvo.
Y fueron David Velázquez y Alicia Ruiz los que hicieron que los servidores públicos del Registro Civil se alegraran, después de que en la Jornada anterior, celebrada en Astapa, Jalapa, nadie se casara. La pareja viajó por más de dos horas, desde Hulerías, Balancán hasta este poblado custodiado por montañas, para refrendar su amor legalmente. “Gracias por estas Jornadas”, expresaron felices.